La vitalidad de Ramon
Llull en la historia del pensamiento es indiscutible. La literatura
sobre sobre su vida y su obra se ha hecho ya tan numerosa que quien
penetra por primera vez en este campo está expuesto a perderse
en el laberinto constituido por innumerables libros y artículos
dispersos de diferente calidad científica. Con todo podemos
decir que lo conocemos desde hace pocos años. Esta afirmación
no es peregrina y se apoya en la misma historia del lulismo. Una
larga historia de fraudes y equívocos que, aunque tiene
dimensiones universales, nació y se desarrolló fundamentalmente
dentro del marco geográfico de aquellos pueblos que hablan
la lengua de Llull. Dentro de la ingente producción de escritos
sobre Llull con caudalosos rios de literatura devota, con mucho
de caduco, innecesario e inútil. En su país de origen,
es decir, en tierras catalanas es la historia de la recepción
de Llull una larga y, casi siempre, estéril lucha entre
sus detractores y sus seguidores, entre aquellos que querían
empequeñecer la personalidad y la obra del mallorquín
y aquellos que lo ponían por las nubes declarándolo "Doctor
iluminado". Tan fanáticos los unos como los otros, llevaron
a cabo una lucha en términos poco objetivos debido, en buena
parte, a la identificación de Ramon Llull con la orden franciscana
y su espiritualidad. Esta justa o injusta identificación
atrajo las iras de los representantes de otras comunidades religiosas.
La pacífica figura del laico Ramon que buscó toda
su vida la unidad de la cristiandad como punto de partida de la
unidad final de la humanidad se vió mezclada, traída
y llevada en contiendas, rencillas y batallitas entre mezquinos
intereses de órdenes religiosas. Se cuestionaron aspectos
marginales de su personalidad y de su obra creando un clima irreconciliable
que dificultó un conocimiento global y un estudio objetivo.
Contra su voluntad se convirtió Ramon Llull en un escudo
de banderías que trascendieron al pueblo y fueron causa,
incluso, de luchas callejeras entre lulistas y antilulistas.
A pesar de la obra de ilustres figuras del lulismo,
que nunca han faltado, la figura de Ramon Llull se iba desfigurando.
Casi no quedaba de él, sino la noción del Santo o
del Beato, negada acérrimamente por aquellos que mantenían
la acusación de heterodoxia lanzada en el siglo XV por el
inquisidor gerundense Nicolau Eymerich. Durante siglos va a permanecer
desconocido, rechazado y, sobre todo, falsificado. La leyenda de
un Ramon Llull en hábito de fraile entre probetas de alquimista
continúa presente en escritos más o menos esotéricos.
Las obras falsamente atribuidas a Llull son más numerosas
y fueron quizá más leídas que las originales
que fueron, en general, el pan con el que se fueron a nutrir algunos
pequeños círculos y algunas personalidades aisladas.
Detrás de todas aquellas guerrillas ideológicas quedaba
una genuina herencia intelectual que promovió las más
apasionadas polémicas y las elucubraciones más arriesgadas
dejando ideas germinales y proyectos de salvación humana
de la más palpitante y perenne actualidad. Difícil
sería hallar una personalidad que haya suscitado reacciones
y comentarios tan contradictorios, merecido tan despectivos desdenes
y tan fervorosas exaltaciones. La falta de un conocimiento preciso
de su ideario ha dado lugar a todas las fantasías y a todas
las leyendas. Tan contradictoria es su figura que dos pensadores
de reconocida genialidad y de convicciones no ciertamente contrapuestas,
como Descartes y Leibniz, han podido decir de él, el primero,
que la mayor parte de sus "instrucciones" más bien sirven "para
hablar sin juicio de las cosas que se ignoran" que para conducir
al conocimiento de la verdad, y el segundo, que su Arte magna es
la genial iniciación de la idea de su Combinatoria y, por
tanto, de todo el desarrollo de la Lógica moderna.
De poco habían servido las cátedras
lulianas establecidas en diversos lugares de la Península,
con el apoyo de monarcas y de figuras excelsas como el Cardenal
Cisneros, ni la continuidad de las enseñanzas lulianas en
la Universidad mallorquina, ni el esfuerzo considerable que representó aquel
monumento capital de la historia del lulismo en Europa, a saber,
la publicación de la edición maguntina de Ivo Salzinger,
alcanzaba a rehabilitar a Ramon Llull. Aquella publicación
alemana aportó puntos de vista nuevos y fue un paso adelante
en los intentos de fijar la numerosísima bibliografía
de Ramon Llull dando a conocer una parte bastante considerable
de la producción luliana hasta influir en la misma Mallorca,
de donde salieron estudiantes a aprender la filosofía de
Ramon Llull al lado de Salzinger. No obstante la gran obra de la
escuela de Maguncia tenía un pecado de origen: en su génesis
pesaba demasiado el espíritu alquimista que había
informado el pseudo-lulismo tan vivo durante siglos. La leyenda
de Ramon el alquimista era difícil de desarraigar
Resumiendo las anteriores consideraciones podemos
decir que al llegar a los tiempos modernos, la fama de Ramon Llull
descansaba, de una parte, en su aureola de santidad propagada por
los franciscanos y, de otra parte, en su fama como alquimista.
Ambos aspectos contribuyeron a que el nombre de Ramon Llull sonara
siempre con respeto y admiración (la guerra implacable contra él
se basaba en estos dos términos) y motivaron también
a numerosos autores a aportar una serie de datos con buen criterio
científico que sirvieron para preparar el terreno a un renacimiento
de los estudios lulianos. Sobre todo la fe en el iluminismo luliano
perjudicó mucho a estos estudios. Durante siglos los discípulos
se aislaron con las obras del maestro y se incomunicaron del resto
de los intelectuales. Ramon Llull aparecía como un solitario, ídolo
de los iniciados, pero apartado de las corrientes de investigación
filosófica por un tecnicismo descorazonador y abstruso.
Lo más efusivo y rico de de la obra de Ramon Llull yacía
oculto en textos inéditos en un lenguaje al margen de las
estructuras vivas del pensamiento.
En la historia compleja y multiforme del lulismo
quedó prácticamente olvidada la aportación
de Llull a la literatura catalana. Las obras en lengua vulgar del
más grande escritor de la lengua catalana estuvieron relegadas
a un segundo término e incluso llegaron a ser rechazadas
porque no reflejaban con tanta claridad como las latinas su ideario
filosófico. Este aspecto era el que más novedad y
simpatía ofrecía a los catalanes y, al mismo tiempo,
el que menos se prestaba a controversias inútiles. El renacimiento
de los estudios lulianos tiene su origen hacia la mitad del siglo
XIX en Mallorca y en Cataluña y trata, en sus inicios, de
reivindicar la obra catalana de Lulio en el marco del Renacimiento
catalán en su conjunto. La reconstrucción de la historia
de esos estudios es un recuento de las figuras que contribuyeron
al renacer de las letras catalanas.
Después que el romanista alemán
Adolf Helfferich [ 1 ]
en 1858 señalase el gran valor de Llull
como iniciador de la literatura catalana, emprendió Jerónimo
Rosselló, uno de los patriarcas de los estudios lulianos,
la doble tarea del establecimiento de la inmensa producción
luliana [ 2 ]
y la publicación de las obras en catalán [ 3 ].
En 1861 Milá i Fontanals precisaba el carácter de
la poesía luliana [ 4 ].
Amador de los Ríos en en el
vol. IV de su Historia crítica de la literatura española
(1864) habla de Ramon Llull como poeta y estudia algo de su Arbre
de ciéncia . Francisco de Paula Canalejas, por su parte,
logró extraer del cuerpo de la obra luliana un sistema de
ideas asequible a la curiosidad del pensamiento de su tiempo [ 5 ].
La personalidad más significativa del renacimiento
luliano, fue, fuera de Cataluña aunque con enorme repercusión
en ella, el gran polígrafo español Marcelino Menéndez
y Pelayo que -como reconoce Jordi Rubió- supo llamar la
atención sobre los aspectos fundamentales de Ramon Llull
como pensador y como escritor. En un cálido e improvisado
ensayo en La ciencia española , con apenas veinte años,
Menéndez Pelayo deja asomar ya puntos de vista personales,
pero de gran importancia para el desarrollo de la investigación
posterior, como la teoría de la unidad de la ciencia, el
armonismo conciliador del pensamiento luliano y Ramon Sibiuda como
enlace del lulismo con la filosofía del Renacimiento. La
segunda aportación importante de Menéndez y Pelayo
sobre Ramon Llull la escribió para el primer volumen de
su Historia de los Heterodoxos españoles que apareció en
1880. Se trata ya de una extensa disertación metódicamente
desarrollada en donde se muestra una primera tentativa de estructurar
históricamente el lulismo y el antilulismo. La biografía
ya presenta cierto enfoque crítico, aunque no rompe todavía
con algunas visiones tradicionales. Además de cuestiones
filosóficas no olvidó al novelista y poeta.
Los tiempos iban cambiando. Llegaba la hora de
las investigaciones limitadas y monográficas y de la callada
labor minimalista de las ediciones de textos cuya urgencia tanto
se venía proclamando. En 1885 apareció el gran repertorio
de E. Littré y B. Hauréau en el volumen XXIX de la
Histoire Littéraire de la France , volumen XXIX, que con
hábil mano fue separando el trigo de la cizaña marcó hasta
hace poco la pauta de la catalogación definitiva del legado
luliano. Aunque, dicho sea de paso, Monsieur Hauréau no
tenía un concepto muy positivo del pensamiento luliano y
se abstuvo de entrar en el examen de su Arte porque despectivamente
consideraba que "sería no menos supérfluo que fastidioso".
En 1892 J. Torras y Bages publicó en la Tradició Catalana
un capítulo que ya nadie cita pero que resaltaba por primera
vez la amplitud filosófica y teológica de Ramon Llull
y hacía un desapasionado y minucioso examen del pensamiento
luliano que contrastaba con vacías alabanzas y meras ponderaciones
de sus cualidades literarias.
Siempre a finales del siglo pasado el mallorquín
Mariano Aguiló editó dos obras lulianas [ 6 ].
José R.
de Luanco demostró como falsa la aureola de alquimista que
había rodeado a Ramon Llull [ 7 ].
Añadamos todavía
el "Boletin de la Sociedad Arqueológica Luliana de Palma
de Mallorca" empezado a publicar en 1885 que dedicó una
atención especial a los estudios lulianos.
Además de los estudios meramente literarios,
a principios del siglo tuvo lugar en Cataluña una cruzada
a favor de la filosofía y la ortodoxia de Ramon Llull. Un
grupo de lulistas, clérigos en su mayoría, promueven
un movimiento que tiende a restaurar la filosofía luliana
como filosofía nacional de Cataluña. El movimiento,
ideológicamente extremo, al frente del cual lucha el Canónigo
Salvador Bové [ 8 ]
y el obispo de Orihuela Joan Maura [ 9 ],
siguió directivas
más fervorosas y batalladoras que
de peso intelectual y ecuanimidad científica. No es extraño
que esta campaña promoviera una reacción contraria.
A pesar de todo el movimiento que tuvo como órgano principal
la Revista Luliana de Barcelona (1901-1905) y que dió lugar
a publicaciones que no dejan de ser valiosas, formó en Cataluña
y Mallorca una atmosfera de enfervorizados defensores de Ramón
Llull que contribuyó positivamente a crear un interés
creciente por las ideas lulianas y aportó muchos datos para
un estudio científico del lulismo.
Una segunda generación de estudios lulianos
en las primeras décadas de este siglo tomó unas directivas
de más eficacia científica. Se sentaron las bases
de la fijación de la bibliografía, que es esencial
frente a una obra tan enorme como la de Ramon Llull [ 10 ],
y se valorizó de
una manera definitiva la producción luliana en catalán,
hasta entonces olvidada, del más grande escritor en esa
lengua. Este aspecto era el que más novedad y simpatía
ofrecía a los catalanes y, al mismo tiempo, el que menos
se prestaba a controversias inutiles. El estudio de la obra literaria
empezó a acaparar fundamentalmente el interés de
los estudios lulianos en Cataluña. Mateu Obrador inició en
1906 en Mallorca la nueva serie de las Obras catalanas de Ramon
Llull bajo los auspicios de una "Comisión Editora Luliana".
Con el segundo volumen de la serie se imprimía por primera
vez el texto catalán de la obra más extensa e importante
de la producción luliana: El Llibre de contemplació .
Y al mismo tiempo que se publicaban aparte otros textos catalanes,
en ediciones para bibliofilos o en ediciones populares, el mismo
Obrador iba reuniendo noticias de los manuscritos lulianos desparramados
en bibliotecas nacionales y extranjeras.
Con la fundación en Barcelona de los "Estudis
Universitaris Catalans" (1903) se instituye la Cátedra de
Literatura Catalana, entonces excluída de la universidad
estatal. Su primer propietario Antonio Rubió i Lluch, amigo
de Menéndez y Pelayo, trató en sus lecciones ampliamente
la figura de Ramon Llull no sólo en su aspecto de autor
en lengua catalana. De aquellas lecciones ha quedado una especie
de resumen o programa publicado en 1910-1911 y queda de ellas una
verdadera escuela de discípulos, más tarde, lulistas
insignes.
Se pueden anotar todavía las aportaciones
de Ephrem Longpré autor de un magnifico estudio sobre Ramón
Llull en el Dictionaire de Théologie Catholiaue y el prof.
de Liverpool E. Allison Peers biógrafo y traductor al inglés
de varias obras lulianas.
La línea científica iniciada en
Cataluña a finales de siglo tuvo una floración espléndida
y también un broche de oro con el estudio en dos tomos de
los hermanos Tomás y Joaquín Carreras y Artau sobre
Ramon Llull que sigue siendo el estudio más profundo y completo
sobre Ramón Llull publicado en España. |